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La columna de J.J.Jinks: Autogol

La columna de J.J.Jinks: Autogol

Si la Superliga hubiese sido un proyecto de título en cualquier escuela de negocios, probablemente habría sido reprobado. El concepto tenía fallas estructurales bastante evidentes para cualquier ojo externo. Parte de la fascinación que genera el fútbol a nivel mundial se construye sobre el pilar de la competencia, donde el equipo pequeño sueña con alguna vez llegar a lo más alto derrotando a los poderosos de siempre.

Por: JJ Jinks | Publicado: Domingo 25 de abril de 2021 a las 04:00
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Muchos meses, o quizás años, de negociaciones secretas en habitaciones de lujosos hoteles, llevadas por los mandamases de los principales clubes de Europa más decenas de abogados y banqueros encopetados que guardaron estricta y difícil confidencialidad, se fueron al tacho de la basura en horas tras el anuncio y desplome de la Superliga Europea.

Si la Superliga hubiese sido un proyecto de título en cualquier escuela de negocios, probablemente habría sido reprobado. El concepto tenía fallas estructurales bastante evidentes para cualquier ojo externo. Parte de la fascinación que genera el fútbol a nivel mundial se construye sobre el pilar de la competencia, donde el equipo pequeño sueña con alguna vez llegar a lo más alto derrotando a los poderosos de siempre.

En la estructura diseñada los clubes participantes no solo se repartían un jugoso botín, gentilmente financiado por JP Morgan, sino que además tenían asegurada su permanencia en la competencia para in sécula seculórum. Como los poderosos son preocupados del resto prometían invitar a cinco clubes anualmente a jugar con ellos. Qué generosidad más generosa.

La reacción no se hizo esperar, los clubes excluidos del acuerdo indignados, los hinchas del fútbol a nivel global indignados, los futbolistas y entrenadores silenciosos (nunca ha sido buena idea ir contra el empleador), pero indignados, la señora FIFA indignada. Todos y todas indignados e indignadas. Ante tamaña indignación los políticos rápidamente olieron sangre y saltaron al ruedo, Boris Johnson y Emmanuel Macron estuvieron entre los personajes más visibles de la oposición a la Superliga.

El choclo se desgranó rápidamente con la salida de los clubes ingleses del acuerdo, una seguidilla de renuncias dirigenciales y llorosos mensajes de disculpas a través de las redes sociales buscando la misericordia de los hinchas. El propósito era noble, según ellos, salvar a los clubes del desastre que ha significado la pandemia para sus finanzas, pero en la pasada se olvidaron de que estaban insertos dentro de una comunidad que vibra con la competencia y le importa un pepino si los equipos y sus futbolistas tienen que apretarse un par de orificios el cinturón. Después de todo ningún jugador del Real Madrid va a pasar penurias, precisamente.

Si uno quiere llevar agua al molino sobre la desconexión de las élites pocas veces hay un ejemplo más flagrante que este fracaso. Es útil la distancia para los análisis. Después de todo por acá en Chile teníamos a la vista el sueldo promedio de 400 mil pesos, las pensiones bajas producto de esos mismos sueldos y de las lagunas en la cotización, los niveles de endeudamiento alarmantes de gran parte de la población, una educación pública de baja calidad, entre otras perlas, y tampoco lo supimos ver.

Hoy estamos pagando con intereses esa desconexión con un ambiente político y social convulsionado. Hay que volver a construir un proyecto país porque el que existía ya no existe más. No podemos ser como Florentino Pérez, presidente del Real Madrid y rostro del fracaso de la Superliga, que en medio del caos patéticamente apelaba a unas multas por abandonar el barco cuando solo quedaba él y no había clubes dispuestos a jugar.

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